El color es lo primero que se ve. Antes incluso que la forma y mucho antes que la lectura del mensaje: lo primero que llama la atención es el color.
Es fundamental su empleo como “señalizador”: señalar la presencia de un local comercial o facilitar su identificación en una calle, en una feria o en un centro comercial. El color “llama la atención”. Sin embargo, no se puede recurrir al “colorismo”: hay marcas (productos, servicios, entidades…) en color, monocromáticos, en blanco y negro e, incluso, cromáticamente “indiferentes”.
Como siempre, no se trata de decidir si un color es o no mejor que otro, o más o menos bonito, llamativo u hortera. Cada cosa tiene un color y un uso apropiado de ese color para lograr (o ayudar a que se logre) el objetivo precisado para cada elemento en concreto que se pueda prever que se va a utilizar.
Mucho se ha hablado de la psicología del color y es muy importante tener los resultados de estos experimentos en cuenta. Pero tampoco obsesionarse: existen variaciones culturales importantes entre nuestros clientes “objetivo” y los modelos utilizados para llevar a cabo estos experimentos. Nadie vel el “azul” como lo veía antes de Facebook…
También hay que tener en cuenta la posibilidad de aplicar esos colores a los distintos soportes. Hay multitud de utilizaciones de nuestra marca que no admiten policromía. Algunas no admiten siquiera el uso de color (estampación negra). Hay que tener muy presente cómo se combinan los colores dependiendo de los distintos fondos que pueden preverse para cada uno de los usos que se le puede dar a esa paleta corporativa.
En fin: no sólo es identificar esos colores sino tener claro cómo se van a utilizar.