A la hora de plantearnos la imagen corporativa de un producto, entidad, servicio o marca; no debemos olvidar la tipografía. La forma como aparece el mensaje ante los ojos de los clientes es una parte muy importante de ese mensaje.
Pensemos en una tipografía barroca y abigarrada para una colección de muebles de época y comparémoslos con otra limpia y de “palo seco” para una línea de cocinas moderna. Para nada es pensar en si una es mejor o peor; o más bonita o más fea: es que es una para cada cosa. Cada mensaje tiene su tipo de letra.
Acertar con eso es una de las elecciones más importantes porque va a condicionar la personalidad del logotipo y del anagrama de la imagen corporativa. A su vez, esta tipografía va a estar condicionada por la gama cromática elegida. No se trata nunca de supeditar todo lo demás a una sola cosa sino de que cada cosa apunte en la dirección correcta. Así, como decimos siempre, esa imagen corproativa no será un conjunto más o menos sesudo de prohibiciones; sino una “orientación” (que es lo que se busca).